lunes, 30 de agosto de 2010

Dust in the Wind



Y no sé, a lo mejor eres lo que llaman la horma de mi zapato, y ni siquiera sé lo que es una horma. Tú, con tu pelo largo agitándose mientras cantas a Hendrix, tus labios húmedos que saben a cerveza a pesar de que me has dicho como veinte veces que no te gusta, que no quieres otra, que no te invito, claro que no, porque te vas a casa, y sólo otra canción, y sólo otro quinto, y por qué ponen música tan buena aquí, joder, tendrás que venir más a menudo, y que pare ya, que no, que no quieres, mientras le pegas un trago corto. Y luego un beso corto en mis labios secos, y suena Leonard Cohen, y un trago largo, un beso largo en mis labios no tan secos. Ésa eres tú, ésa es mi horma. La espina pequeña que sentí clavándose mientras tú te alejabas abrochándote el abrigo largo sin volver la vista.
Volví muchas veces allí. Me buscaba excusas, me mentía, yo nunca me he llevado muy bien conmigo mismo, sabes. Me decía que no estaba allí, yo solo en un bar de madrugada sólo para verte, tu sonrisa llena de contradicciones cantando canciones que yo fingía conocer.
Y tú volviste algunas veces, siempre sola, siempre arrastrando en los bajos de tu abrigo el frío de la calle y buscando algo; nunca sabré el qué, nunca sabré si lo sabías tú misma. Yo me preocupaba de que siempre me encontraras a mí.
A veces me gusta pensar que yo fui la horma de tu zapato también.